martes, 10 de noviembre de 2020

Monet & Giverny

 


EL ARTISTA

La obra del magistral artista de la pintura impresionista Claude Monet se divide en tres épocas. En primer lugar se conocen las obras que un joven e infatigable Monet plasmaba al aire libre y bajo cualquier tipo de condición meteorológica. Para ello, analizaba visualmente su mundo e sacaba en limpio los factores de cambio bajo distintas influencias luminosas. A los 50 años, se había asentado y trabajaba con mayor tranquilidad, perseveraba ante un tema y llevaba a cabo series de cuadros para documentar la metamorfosis luminosa de un edificio o de un fragmento de paisaje. Finalmente, ya en su madurez física se estableció en Giverny, donde había encontrado su paraíso.

De acuerdo con los cálculos estéticos impresionistas, Monet y Giverny se fundieron en único elemento donde la imitación de la naturaleza se descompone en un delirio de color  que seguidamente desarrolla un valor artístico propio.

En abril de 1883, fallece en París de Eduard Manet y Claude Monet se muda a Giverny. En un  principio se alquló la propiedad, pero tras incrementar su fama  y después de que Giverny se convirtiera en el punto de encuentro de la vanguardia, Monet se recuperó paulatinamente de su incierta situación económica y pudo reunir una modesta fortuna que le permitió adquirir Giverny en 1890. Durante los años que siguieron plantó su propio jardín, sin dar importancia a  un esquema previo, sino que buscaba un ambiente florido y más bien salvaje. Más adelante pudo comprar más terreno y con el agua del pequeño rio Epte formó un estanque sobre el que se extendía un puente japonés.


Fotografía propiedad de Gordon Joly 

Monet observaba con tranquilidad y recogimiento, una naturaleza que configuraba con sus propias manos. El jardín le ofrecía un escenario natural que podía estudiar y esbozar a cualquier hora del día y bajo las condiciones lumínicas más diversas. Después, transformaba el colorido de dicho escenario en su estudio, ya que consideraba  que el trabajo de taller era tan importante como los esbozos realizados con el pincel y las pinturas ante el motivo en sí.

En épocas anteriores, el pintor se había quejado arduamente de los cambios que se producían en un tema, hasta el punto que en una ocasión escribió que los pescadores de Étreat habían cambiado los botes de lugar mientras pintaba. En Giverny, ya no le iba a pasar nada de eso. En su jardín, los temas eran definitivos y podía descubrir o revelar todo lo que se ponía de manifiesto entre él y el objeto. Lo llamaba la belleza de la atmosfera o también lo imposible.

Sus reproduciones de Giverny hace que percibamos la cristalización de una atmósfera, de un sentimiento resumidos en colores y formas. El hecho de que los cuadros de nenúfares estuvieran tan lejos de la realidad de Giverny se debía precisamente a esa atmósfera que conjuraba y que se interponía entre el lienzo y el objeto.

No hay duda que apartir de 1890, Monet se situó con sus obras entre la imitación y la abstracción, aunque siempre tuvo una conexión con la impresión del momento de las cosas bellas con el objeto del cuadro.

 

 

EL  JARDÍN

Los jardines de Monet están divididos en dos partes, un jardín de flores delante de la casa, que se llama Le Clos Normand, y un jardín de agua de inspiración japonesa del otro lado de la carretera. Las dos partes del jardín de Monet se oponen y se completan.

 

Le Clos Normand

 

Cuando Monet y su familia se instalan en Giverny en 1883, el terreno que desciende desde la casa hasta la carretera es un vergel rodeado de altos muros de piedra. Una alameda central a la sombra de abetos lo atraviesa.

 

Monet los hará talar, conservando únicamente los dos tejos más cercanos a la casa a petición de Alice.

 

Este Clos Normand de cerca de una hectárea, Monet lo transforma en un jardín rico en perspectivas, en simetrías y en colores. El terreno se distribuye en parterres donde los macizos de flores de diferentes alturas crean los volúmenes. Los árboles frutales o de decoración dominan los rosales trepadores, los tallos esbeltos de las malvarrosas y las masas coloreadas de las plantas anuales.

 

Fotografía propiedad de Tom Hilton 

La alameda central está recubierta de arcos sobre los que crecen los rosales trepadores. En contrapunto otros rosales cubren la barandilla que bordea la casa. Al final del verano las capuchinas invaden el suelo de la avenida central.

 

A Claude Monet no le gustan los jardines organizados o encorsetados. Alía las flores en función del color, como si se tratara de pinceladas y las deja crecer a sus anchas.

 

A lo largo del tiempo se apasiona por la botánica, cambia planteles con sus amigos Clemenceau o Caillebotte. Siempre a la búsqueda de variedades raras, hace traer a fuerza de copiosos gastos, bulbos o jóvenes planteles. “Todo mi dinero se va detrás de mi jardín”, confiesa. Pero también: “Estoy maravillado”.

 

El jardin de agua

 

En 1893, diez años después de su llegada a Giverny, Monet compra el terreno vecino a su propiedad del otro lado del ferrocarril. Un pequeño arroyo lo atraviesa, el Ru, una desviación del Epte. A pesar de la oposición de los campesinos colindantes que temen que envenene el agua al plantar vegetales raros, pero con el apoyo de la Prefecture, Monet hace excavar un pequeño estanque. En una carta al prefecto del Eure, declara :”Se trata únicamente de algo para el recreo y el placer de los ojos, y también para tener modelos para pintar; no cultivo más que plantas como nenúfares, juncos, lirios de diferentes variedades que crecen espontáneamente a lo largo de nuestros ríos, y nunca podrán envenenar las aguas”.

Fotografía propiedad de Selena N. B. H. 


A continuación el estanque será agrandado hasta llegar al tamaño actual. El jardín de agua lleno de curvas, se inspira en los jardines japoneses que Monet conoce por las estampas de las que es un fervoroso coleccionista. Encontramos en este jardín de agua el famoso puente japonés cubierto por las glicinias, otros puentes más pequeños, sauces llorones, un bosquecillo de bambúes y sobre todo los famosos nenúfares que florecen durante todo el verano. El estanque y la vegetación que lo rodea forman un mundo cerrado, independiente de los campos aledaños.

 

Fotografía propiedad de Tom Hilton

Nunca hasta ahora un pintor había dado forma hasta este punto a su modelo de naturaleza antes de pintarlo, creando dos veces su obra. Monet encuentra en ello su inspiración durante más de veinte años. Después de la serie de los puentes japoneses se consagra a los nenúfares, hasta las gigantescas decoraciones de l’Orangerie. Siempre a la búsqueda de brumas y transparencias, Monet se interesa cada vez más a los reflejos del agua, una especie de mundo inverso transfigurado por el líquido elemento.

Fotografia propiedad de Marcelo de Troi

El puente japonés

 

¡Monet ha pintado su puente 45 veces! Para construirlo llamó a un artesano local. Las glicinias que lo cubren fueron sembradas por Monet.

 

La información se ha obtenido desde dos bloque en cuanto al artista del libro Grandes Jardines de Europa y la documentación del jardin se ha obtenido todo de la página oficial de Giverny. En cuanto a la fotografía la portada son Los Nenúfares de Monet obtenido de la wikipedia y las demás son de Marcelo de Troi, Selena N. B. H., Tom Hilton, Gordon Joly

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