La
lluvia tiene un vago secreto de ternura,
algo
de soñolencia resignada y amable,
una
música humilde se despierta con ella
que
hace vibrar el alma dormida del paisaje.
Es
un besar azul que recibe la Tierra,
el
mito primitivo que vuelve a realizarse.
El
contacto ya frío de cielo y tierra viejos
con
una mansedumbre de atardecer constante.
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Foto cedida por Петрович (Petrovich). Ucrania |
Es
la aurora del fruto. La que nos trae las flores
y
nos unge de espíritu santo de los mares.
La
que derrama vida sobre las sementeras
y
en el alma tristeza de lo que no se sabe.
La
nostalgia terrible de una vida perdida,
el
fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o
la ilusión inquieta de un mañana imposible
con
la inquietud cercana del color de la carne.
El
amor se despierta en el gris de su ritmo,
nuestro
cielo interior tiene un triunfo de sangre,
pero
nuestro optimismo se convierte en tristeza
al
contemplar las gotas muertas en los cristales.
Y
son las gotas: ojos de infinito que miran
al
infinito blanco que les sirvió de madre.
Cada
gota de lluvia tiembla en el cristal turbio
y
le dejan divinas heridas de diamante.
Son
poetas del agua que han visto y que meditan
lo
que la muchedumbre de los ríos no sabe.
¡Oh
lluvia silenciosa, sin tormentas ni vientos,
lluvia
mansa y serena de esquila y luz suave,
lluvia
buena y pacifica que eres la verdadera,
la
que llorosa y triste sobre las cosas caes!
¡Oh
lluvia franciscana que llevas a tus gotas
almas
de fuentes claras y humildes manantiales!
Cuando
sobre los campos desciendes lentamente
las
rosas de mi pecho con tus sonidos abres.
El
canto primitivo que dices al silencio
y
la historia sonora que cuentas al ramaje
los
comenta llorando mi corazón desierto
en
un negro y profundo pentágrama sin clave.
Mi
alma tiene tristeza de la lluvia serena,
tristeza
resignada de cosa irrealizable,
tengo
en el horizonte un lucero encendido
y
el corazón me impide que corra a contemplarte.
¡Oh
lluvia silenciosa que los árboles aman
y
eres sobre el piano dulzura emocionante;
das
al alma las mismas nieblas y resonancias
que
pones en el alma dormida del paisaje!
Federico
García Lorca