Es
media tarde y llueve. El agua necesita agua
para
reforzar su dominio, para hacerse fuerte
frente
a mis palabras que pisan la hojarasca del tiempo.
Entre
las calles que cercan la línea de la costa
pierdo
mi rumbo y mi mirada austera. Aquí
encuentra
la piedra el sabor latino del París bohemio,
el
cristal opaco, el hierro retorcido en pétalo de rosa
que
Barcelona ofrece desde el balcón de las Ramblas.
Pero
es media tarde y llueve. Llueve con la insistencia
de
la isla que lucha por ser isla azul en la distancia.
Para
escapar de la lluvia busco un Café y una mesa
para
escribir unas apretadas líneas que,
si
maceran su mosto las palabras, dará en poema
aquello
que fue pasto del ayer, pero no olvido.
Y
la Cafetería está llena de libros, y de jóvenes
que
leen en un rincón; que escapan
—libres
de equipaje—
de
la monotonía adversa que impone la lluvia cotidiana.
En
un estante hay varios libros de poesía.
La
poesía siempre trabó buen maridaje con la lluvia.
Foto Plantukis |
No
siempre fue agua quieta
entre
los ojos de aquel que la escribiera,
no
siempre fue tinta seca en nuestros labios.
Es
media tarde y llueve. Entre dos tazas de café
contemplo
como el gris de la nostalgia
emborrona
el color de las casas.
José
Luis García Herrera
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