Hace
un tiempo deje de ver hadas. No sé si debido a la intolerancia al rosa, las
series de ponis o a los unicornios
voladores. Tal vez a la maldita madurez
condicionada por el poco tiempo y el mucho trabajo, a las miradas incrédulas o
a esa lacra llamada showciedad que pone unas velocidades, normas y criterios de
las cuales no debes salirte. O quizás tan solo me hice mayor y pensé que
sinceramente ya no debían de estar a mi lado.
Las
circunstancias que están sucediendo desde hace unos meses en la vida cotidiana
me ha hecho ver demonios con corbata que lideran países y llaman a masas a
creer mentiras para pisotear personas o destruir recursos del planeta con un
denominador común que, aunque muy escondido, repiquetea al tintineo de las
monedas. Entonces, en la inmensidad de mi ignorancia me da por pensar que si
existen demonios solo hay que buscar las hadas.
No
creo que sea cuestión del bien o el mal, no vuelo tan alto, ni pienso
valorarlo. Tan solo creo que somos muchos las que dejamos de ver hadas porque
renunciamos a ser niños y también, los más tardíos, de ser sinceros consigo
mismo. Nos engañamos por aparentar, por ser y estar, por tener. Somos fruto del
posicionamiento emocional, nos fiamos del
algoritmo de Euclides para obtener el máximo común divisor de dos
enteros positivos, o el método de Gauss para resolver un sistema lineal de
ecuaciones pero no valoramos a las personas por como están, que piensan y que
sienten.
Hemos
dejado de soñar en las hadas pero nos fiamos de lo que nos dicen nombres
desconocidos en las redes sin contrastar sus opiniones. Nos venden
necesidades enmascarada en ambiciones,
cuando tan solo deberíamos de volver a creer en ellas, ¡qué narices!, y en los
unicornios voladores y en el rosa como estandarte de los ilusos, que somos personas
que tan solo necesitamos un minuto de ese tiempo, que tanto nos ahoga, para
saber que no va bien la cosa que nos rodea y pensar que la supervivencia es la
tapadera del egoísmo, donde el soñador debe dejar de ser burla del inconsciente
para ser escaparate de ejemplo.
Espero
que las hadas ocupen vuestro tiempo y con esto termina este cuento
de momento.
Chapeau!
ResponderEliminarMerci
EliminarGuauuuuuuuuuuu
ResponderEliminarMiauuu?
Eliminar¡Impresionante reflexión! Me dejas impactada, amigo Raúl, de esa necesidad de creer en hadas, en soñar, en ver la vida con la mirada de niño, yo creo es eso.
ResponderEliminarMil besos!
Mil gracias!!! Jolín,..me he puesto colorado y más te digo fuéramos más niños andaríamos mucho mejor en la vida, tanto menta, como físicamente. Besotes mil
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