EL
ARTISTA
La
obra del magistral artista de la pintura impresionista Claude Monet se divide
en tres épocas. En primer lugar se conocen las obras que un joven e infatigable
Monet plasmaba al aire libre y bajo cualquier tipo de condición meteorológica.
Para ello, analizaba visualmente su mundo e sacaba en limpio los factores de
cambio bajo distintas influencias luminosas. A los 50 años, se había asentado y
trabajaba con mayor tranquilidad, perseveraba ante un tema y llevaba a cabo series
de cuadros para documentar la metamorfosis luminosa de un edificio o de un
fragmento de paisaje. Finalmente, ya en su madurez física se estableció en
Giverny, donde había encontrado su paraíso.
De
acuerdo con los cálculos estéticos impresionistas, Monet y Giverny se fundieron
en único elemento donde la imitación de la naturaleza se descompone en un
delirio de color que seguidamente desarrolla
un valor artístico propio.
En abril de 1883, fallece en París de Eduard Manet y Claude Monet se muda a Giverny. En un principio se alquló la propiedad, pero tras incrementar su fama y después de que Giverny se convirtiera en el punto de encuentro de la vanguardia, Monet se recuperó paulatinamente de su incierta situación económica y pudo reunir una modesta fortuna que le permitió adquirir Giverny en 1890. Durante los años que siguieron plantó su propio jardín, sin dar importancia a un esquema previo, sino que buscaba un ambiente florido y más bien salvaje. Más adelante pudo comprar más terreno y con el agua del pequeño rio Epte formó un estanque sobre el que se extendía un puente japonés.
Fotografía propiedad de Gordon Joly
Monet
observaba con tranquilidad y recogimiento, una naturaleza que configuraba con
sus propias manos. El jardín le ofrecía un escenario natural que podía estudiar
y esbozar a cualquier hora del día y bajo las condiciones lumínicas más
diversas. Después, transformaba el colorido de dicho escenario en su estudio,
ya que consideraba que el trabajo de
taller era tan importante como los esbozos realizados con el pincel y las
pinturas ante el motivo en sí.
En
épocas anteriores, el pintor se había quejado arduamente de los cambios que se producían
en un tema, hasta el punto que en una ocasión escribió que los pescadores de
Étreat habían cambiado los botes de lugar mientras pintaba. En Giverny, ya no
le iba a pasar nada de eso. En su jardín, los temas eran definitivos y podía
descubrir o revelar todo lo que se ponía de manifiesto entre él y el objeto. Lo
llamaba la belleza de la atmosfera o también lo imposible.
Sus
reproduciones de Giverny hace que percibamos la cristalización de una
atmósfera, de un sentimiento resumidos en colores y formas. El hecho de que los
cuadros de nenúfares estuvieran tan lejos de la realidad de Giverny se debía
precisamente a esa atmósfera que conjuraba y que se interponía entre el lienzo
y el objeto.
No
hay duda que apartir de 1890, Monet se situó con sus obras entre la imitación y
la abstracción, aunque siempre tuvo una conexión con la impresión del momento
de las cosas bellas con el objeto del cuadro.
EL
JARDÍN
Los
jardines de Monet están divididos en dos partes, un jardín de flores delante de
la casa, que se llama Le Clos Normand, y un jardín de agua de inspiración
japonesa del otro lado de la carretera. Las dos partes del jardín de Monet se
oponen y se completan.
Le Clos Normand
Cuando
Monet y su familia se instalan en Giverny en 1883, el terreno que desciende
desde la casa hasta la carretera es un vergel rodeado de altos muros de piedra.
Una alameda central a la sombra de abetos lo atraviesa.
Monet
los hará talar, conservando únicamente los dos tejos más cercanos a la casa a
petición de Alice.
Este
Clos Normand de cerca de una hectárea, Monet lo transforma en un jardín rico en
perspectivas, en simetrías y en colores. El terreno se distribuye en parterres
donde los macizos de flores de diferentes alturas crean los volúmenes. Los
árboles frutales o de decoración dominan los rosales trepadores, los tallos
esbeltos de las malvarrosas y las masas coloreadas de las plantas anuales.
Fotografía propiedad de Tom Hilton
La
alameda central está recubierta de arcos sobre los que crecen los rosales
trepadores. En contrapunto otros rosales cubren la barandilla que bordea la
casa. Al final del verano las capuchinas invaden el suelo de la avenida
central.
A
Claude Monet no le gustan los jardines organizados o encorsetados. Alía las
flores en función del color, como si se tratara de pinceladas y las deja crecer
a sus anchas.
A
lo largo del tiempo se apasiona por la botánica, cambia planteles con sus
amigos Clemenceau o Caillebotte. Siempre a la búsqueda de variedades raras,
hace traer a fuerza de copiosos gastos, bulbos o jóvenes planteles. “Todo mi
dinero se va detrás de mi jardín”, confiesa. Pero también: “Estoy maravillado”.
El jardin de agua
En
1893, diez años después de su llegada a Giverny, Monet compra el terreno vecino
a su propiedad del otro lado del ferrocarril. Un pequeño arroyo lo atraviesa,
el Ru, una desviación del Epte. A pesar de la oposición de los campesinos
colindantes que temen que envenene el agua al plantar vegetales raros, pero con
el apoyo de la Prefecture, Monet hace excavar un pequeño estanque. En una carta
al prefecto del Eure, declara :”Se trata únicamente de algo para el recreo y el
placer de los ojos, y también para tener modelos para pintar; no cultivo más
que plantas como nenúfares, juncos, lirios de diferentes variedades que crecen
espontáneamente a lo largo de nuestros ríos, y nunca podrán envenenar las
aguas”.
Fotografía propiedad de Selena N. B. H.
A
continuación el estanque será agrandado hasta llegar al tamaño actual. El
jardín de agua lleno de curvas, se inspira en los jardines japoneses que Monet
conoce por las estampas de las que es un fervoroso coleccionista. Encontramos
en este jardín de agua el famoso puente japonés cubierto por las glicinias,
otros puentes más pequeños, sauces llorones, un bosquecillo de bambúes y sobre
todo los famosos nenúfares que florecen durante todo el verano. El estanque y
la vegetación que lo rodea forman un mundo cerrado, independiente de los campos
aledaños.
Fotografía propiedad de Tom Hilton
Nunca
hasta ahora un pintor había dado forma hasta este punto a su modelo de
naturaleza antes de pintarlo, creando dos veces su obra. Monet encuentra en
ello su inspiración durante más de veinte años. Después de la serie de los
puentes japoneses se consagra a los nenúfares, hasta las gigantescas
decoraciones de l’Orangerie. Siempre a la búsqueda de brumas y transparencias,
Monet se interesa cada vez más a los reflejos del agua, una especie de mundo
inverso transfigurado por el líquido elemento.
Fotografia propiedad de Marcelo de Troi
El puente japonés
¡Monet
ha pintado su puente 45 veces! Para construirlo llamó a un artesano local. Las
glicinias que lo cubren fueron sembradas por Monet.
La información se ha obtenido desde dos bloque en cuanto al artista del libro Grandes Jardines de Europa y la documentación del jardin se ha obtenido todo de la página oficial de Giverny. En cuanto a la fotografía la portada son Los Nenúfares de Monet obtenido de la wikipedia y las demás son de Marcelo de Troi, Selena N. B. H., Tom Hilton, Gordon Joly
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